El último que recoja y apague la luz…

Madrid tiene la fortuna de contar con una nutrida comunidad venezolana entre sus habitantes y eso es algo que quedó patente ayer durante el concierto de Desorden Público en la Sala Mon. Esas son las cosas que enriquecen esta ciudad y la hacen lo que es, un lugar donde casi se puede tocar el cielo con la mano (aunque eso sea a costa de achicharrarte al sol en la terraza del Círculo de Bellas Artes, uno de esos lugares maravillosos para no volver jamás…. al menos a la hora del aperitivo) Por fortuna, esta variedad urbana permite alternativas más terrenales, como sentirte por un instante en Caracas en plena calle Espoz y Mina, saboreando esos deliciosos perros tan locos y picantes, cargados de carne mechada, queso y docenas de salsas para elegir.

Gastronomía callejera caraqueña en plena calle Espoz y Mina (Madrid)

Madrid es una ciudad casi tan afortunada como Kingston (Jamaica) teniendo un consulado cultural tan relevante que viene de Caracas. Todo gracias a estos artistas que levantaron la bandera del ska jamaicano en Venezuela hace ahora más de tres décadas. Desorden Público lideraron el aterrizaje de ese ritmo en toda Latinoamérica a finales de los 80 y hoy son un referente para seguidores de varias generaciones, donde los padres se turnan con los hijos para desordenarse y lanzarse a la olla allá por donde pasa esta banda venezolana.

Ayer nos dejaron un brillante show a la altura de su propia leyenda (lamentablemente no se pudo decir lo mismo del sonido de la sala, que no estuvo a la altura del evento) Entusiasmaron a propios y extraños con dosis equilibradas de ritmo, memoria, homenaje y futuro, mucho futuro, encarnado en varios artistas jóvenes invitados que subieron a la tarima a desordenarlo todo junto a los caraqueños. Un placer desordenarse con ellos. El último que recoja y apague la luz.

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