Todavía resuena el eco del final de las fiestas de San Isidro que tuvimos el pasado domingo 15 mayo en Madrid en Las Vistillas a cargo de The Skatalites. Fue algo ciertamente insólito viniendo de un ayuntamiento tan poco entregado a este tipo de excentricidades culturales. Aunque hablando de Soul por ejemplo -y abriendo paréntesis- ya tuvimos cierto precedente las pasadas Navidades los que pudimos disfrutar con Shirley Davis & The Silverbacks en el auditorio de Conde Duque a un precio realmente popular. Esto no deja de ser paradójico en cierto modo, sin entrar en valoraciones políticas. Para quién no lo sepa, la artista británica de origen jamaicano es considerada actualmente la nueva diva del Soul europeo y -junto a la banda que la acompaña- ofrece un espectáculo solvente, íntimo y lleno de emoción, que pudimos disfrutar unos cuantos despistaos que andábamos por la ciudad sedientos de buena música en directo esos días. Y encima tenemos el privilegio de tenerla de vecina en Madrid, no se puede pedir más.
Pero volviendo a San Isidro, The Skatalites irrumpieron en el final de las fiestas procedentes de una gira europea cargada de pequeños clubs abarrotados, algo que también ocurrió en los Jardines de las Vistillas donde no cabía un alfiler. Se trata de un recinto donde es díficil ver bien el espectáculo si no te has adelantado varias horas para tomar posiciones, pues hay arbolado y otros elementos urbanos que lo impiden (está ubicado junto a las laderas de lo que se llamaba el antiguo cerro del campillo de las Vistillas y las caídas etílicas por la pendiente durante las fiestas son ya todo un clásico) Sin embargo, tanto el sonido como el montaje estuvieron al nivel que corresponde a unas fiestas de Madrid, compensando la escasa visibilidad.
El público, que era heterogéneo y más o menos ajeno a la música jamaicana como corresponde al final de unas fiestas patronales, estuvo absolutamente entregado al repertorio clásico de esta formación fundada en Jamaica entorno a 1960. Y se corearon vivamente a base de lo, lo, lo futbolístico piezas como Latin Goes Ska o Guns Of Navarone, algo muy español por otra parte. Me atrevería a decir que el público estuvo incluso más entregado que los propios artistas -o esa sensación me dió- a juzgar por el despiste generalizado sobre el escenario tras el primer -y último- bis de la noche y la salida algo precipitada con la que terminaron la actuación, la cual -dado lo histórico e insólito de la cita- tal vez hubiese merecido otro final más épico.
The Skatalites siempre estuvieron rodeados de una atmósfera de leyenda por ser pioneros en su estilo, aunque no fueron los únicos. Esa leyenda crece y se consolida muy especialmente a partir de su reencuentro en la década de los 80, tras el paréntesis que siguió al trágico suceso protagonizado por su trombonista Don Drummond, que fue encarcelado en 1965 por asesinato y murió recluido en 1969 en circunstancias no demasiado claras. En 1983 inmortalizaron su reencuentro con la grabación en vivo de Streching Out en un club de Kingston, siendo sin duda uno de los trabajos más relevantes de toda su amplia discografía. Una década más tarde vendría Hi Bop Ska (1994) album que les reportó la primera de las dos nominaciones para los Grammy que cosecharon en esa época.
En la década de los 90 desarrollaron una gran actividad actuando en todo tipo de festivales y salas de USA y Europa, llegando por primera vez a España entre otros lugares. Tras unos pocos años dorados, el proyecto comenzó a dar sus primeras señales de fatiga a finales de esa década. El año 1998 fue fatídico para esta formación jamaicana por la pérdida de Roland Alphonso y Tommy McCook con apenas unos meses de diferencia. El grupo no tuvo más remedio que reinventarse y favorecer el relevo generacional.
Tocando junto con los nombres icónicos de Doreen Shaffer, Lloyd Brevette, Lloyd Knibbs o Lester Sterling la banda fue dando entrada a otros talentos jamaicanos más jóvenes como Val Douglas, Vin Gordon, Sparrow Thompson o Kevin Batchelor y también músicos norteamericanos como Ken Steward o Nathan Breedlove entre otros.
Y así hasta hoy, donde prácticamente no queda ningún miembro original en activo y The Skatalites se han convertido en una marca. Una marca sustentada eso sí por grandes músicos, cuya difícil misión será mantener vivo el espíritu original de un repertorio consagrado y transmitir a las generaciones más jóvenes el valor de la música jamaicana. En una época de tanta banalidad como la actual ese es un valor a conservar, aunque algunos no podamos evitar añorar terriblemente a sus fundadores, especialmente los que tuvimos la fortuna de experimentar en vivo su energía irrepetible. Que sigan vivas las leyendas y que los políticos lo vean.